O por qué hemos pasado de ignorar muestro mundo emocional a explicarlo todo en coordenadas emocionales
Prácticamente la respuesta está en el título.
Hace no muchos años nuestra educación emocional se limitaba a imaginar que reír y llorar era todo lo que daba de sí lo que entendíamos eran las emociones, algo que nos pasaba y de lo que teníamos que guardarnos y reprimir, llegado el caso.
No digamos si se trataba de algo en relación con los hombres, no, la verdad, tampoco es aquí un punto en el que quisiera hacer hincapié, pero lo tenían mucho peor.
Ahora hemos saltado la barrera de lo emocional, ya reímos y lloramos mucho más abiertamente, menos mal, los hombres también, ¡esto mejora!
Pero también nos hemos dado cuenta de que además, este componente nos ha venido al pelo para vender más. Sí, se ha convertido en un elemento indispensable en prácticamente todas las campañas publicitarias, de prácticamente todas las marcas y, además, en algunos casos, nos llevan hasta la lágrima y el corazón encogido, en un alarde de contarnos historias de toda la vida haciendo foco sólo en la emoción a destacar más acorde con el producto a vender.
Y la verdad es que resultado de esto han salido magníficas campañas, preciosas y hermosas historias donde las haya, y nos han conmovido hasta extremos insospechados. Pero me surge una cuestión, ¿era necesaria tanta explosión de llamados emocionales ante un público poco entrenado para ello?
Supongo que sí, cuanto más emocional y menos racional resultan las exposiciones, menos pensamos y de ahí sacamos que el reclamo funciona más rápido y más automático, porque ahora lo que “viene del corazón” funciona mejor.
Ojo, no digo que no sea una buena estrategia, que lo es, sólo digo a los más avivados que el público comienza a inquietarse ante tanto bombardeo casi lacrimógeno de las propuestas.
El recurso fácil ya resulta en ocasiones fuera de lugar.
Estoy segura de que la creatividad de los expertos está por encima de insistir en esas coordenadas emocionales para vender más y más. Los recientes premios Sol de publicidad ya están marcando nuevas tendencias (algunas inverosímiles) en donde parece que esto empieza a aflojar.
Como resumen, y por todos conocida como la Ley del Péndulo, no exprimamos ninguno de los dos extremos de su penduleo, a la postre cansa y en ocasiones, resulta casi insultante. Ya tenemos un cierto recorrido y bastante más educación emocional que hace unos años y cuando vemos algunos ejemplos, casi nos da ternura comprobar tan evidentes artimañas, digo, estrategias.
Ni bueno ni malo, sólo digo que los excesos terminan por no convencer y que el reclamo emocional ahora que nos entendemos algo mejor, tiene las patitas cortas y el sesgo publicitario peca más de incauto, a veces, que de innovador.
Nuestro mundo emocional tiene un componente realmente de riqueza y profundidad personales, no lo recortemos al gusto de intereses, porque, y lo sabemos, esto también crea cultura y cada vez afortunadamente, somos más conscientes de todo eso y más, porque recordemos, las emociones tienen un gran mensaje para cada uno de nosotros y no para todos el mismo y el adocenamiento, también en esto, no es buen método para tratar con personas.
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